El verbo defenestrar, que da origen a la presente colaboración, proviene del latín y significa quitar abrupta o violentamente a una persona del cargo o posición que ocupaba. A la memoria me viene una vieja película centrada en la guerra civil de los Estados Unidos. El nombre no lo recuerdo pero sí la trama y se trataba de un alto oficial del ejército confederado quién es acusado de alta traición y condenado a la horca.
El hombre, que además era el guapo de la película y en aquellos añorados ayeres los héroes no se morían, logra escapar y tras miles de penurias, prueba su inocencia.
Sin embargo, la escena que marcó a mi mente infantil es aquella en que el general en jefe de la división, barbado y severo, da la orden de “defenestrar” al acusado y entonces, otro oficial se le acerca al reo y procede a arrancarle meticulosa y cruelmente, los galones que lo acreditaban como teniente coronel. El rostro del hombre denotaba sufrimiento, humillación y un gran sentimiento de vergüenza.
Usted seguramente preguntará a que viene esta cita cinematográfica si además, ni siquiera soy capaz de dar el nombre de la cinta, para por lo menos buscarla en Blockbuster, pero tiene relación con lo que ocurre en el arbitraje mexicano.
Cada año, la comisión de árbitros dependiente de la FEMEXFUT, revisa su listado de jueces internacionales y manda sus propuestas a la FIFA. Esto quiere decir que los silbantes con gafete deben revalidarlo o perderlo.
Hace años esto era un simple trámite, ya que los nazarenos de FIFA en México, eran indudablemente los mejores que había y llevaban el peso del campeonato y la Liguilla.
Con el tiempo, la autoridad arbitral, por desconocimiento o componendas políticas, empezó a repartir gafetes a diestra y siniestra, en muchos casos a jóvenes que no tenían el temple, la capacidad y la experiencia necesarios para portar con galanura el entorchado internacional.
Fruto de ello es que hemos tenido internacionales que duran un suspiro y que ni siquiera pitan un encuentro fuera de nuestras fronteras, para que les retiren el nombramiento al año siguiente.
La fecha 1 del clausura 2014 mostró la incongruencia de designar a un juego estelar, como América vs Tigres, a un “defenestrado” como Ricardo Arellano. Al haberle retirado el gafete, imagine usted el estado anímico y personal de este muchacho. Obvio, su actuación fue un desastre.
Quizá sea sano que, como el héroe de la película que le relate, estos jóvenes luchen por recuperar el estatus perdido pero creo que es muy difícil. En México abundan los casos de internacionales que bajan a primera división y de jueces de primera que se vuelven árbitros asistentes y siguen, sin demasiada ilusión, pegados a la ubre.
Personalmente no encuentro otra razón, aparte de la económica, para permitirse bajar de escalón. El que fue general no puede ser soldado.
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Bajo la lupa: Defenestrado
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